En la columna “Macho dijo la partera” que sale por Verdes y Frites, sobre el rol de las masculinidades de la mano de Tincho Suárez, hoy hablamos de el erotismo y la seducción
La primera y más fundante lección de masculinidad es que lo vulnerable se ataca.
Nacemos vulnerables y nos obligan a emprender un camino de empoderamiento e insensibilización a base de violencia. Así, mientras más insensibles seamos y más poder tengamos seremos más resistentes a cualquier ataque, pero además estos ataques van a disminuir al mínimo. Adquirimos inmunidad a partir de demostrar potencia bélica. Nos incorporamos a este sistema violento atacando nosotros lo frágil porque existe una demonización sistemática en todos los cuerpos vulnerables, especialmente en los masculinos. En los hombres dicha debilidad será indicio de falta de hombría u honor, perversidad, locura, contaminación, enfermedad, etc. En las mujeres la vulnerabilidad está condicionada. En las el estado de vulnerables se perpetúa en el tiempo y mientras se queden en ese estado va a estar todo bien. Mientras a los hombres se los castiga por tener vulnerabilidad, a las mujeres se las castiga por no tenerla. Es en esta vulnerabilidad donde se funda la dominación masculina. Las mujeres están condicionadas para no poder y los hombres para poder. Un buen hombre ayudará a esa mujer que no puede. Pero eso en los papeles, en la realidad los hombres no estamos condicionados en el altruismo, sino todo lo contrario, abusamos de nuestro poder porque eso nos hace sentir más hombres.
Todo esto cae en el terreno subjetivo e inconsciente de lo erótico. Así los hombres deseamos esa figura frágil a la cual proteger porque nos da sentido. De alguna manera, mientras más vulnerable sea nuestra pareja más nos erotiza. Aquí hay una proyección de lo dominante que puedo ser sobre ese cuerpo, y esto me carga de orgullo masculino. Mientras la brecha dominante sea mayor, mayor puede ser este sentimiento de superioridad que nos calienta. En general a los hombres los deserotiza una mujer dominante. Es interesante porque en su ascenso al poder el hombre disfruta dominar lo equivalente. Lograr estar un poquito más arriba que su par. En el sexo no funciona así. No hay lucha de poder, sino ejercicio de dominación.
De la misma manera que los hombres están erotizados en plan de dominación, las mujeres están erotizadas en plan sumisión. Un varón inexperto sexualmente, que no sabe cómo manejarse, o no toma iniciativa no es objeto de deseo. Este prejuicio sigue siendo reproducido aun entre mujeres feministas. Y esto es porque en el terreno de lo subjetivo o lo inconsciente no es tan fácil acomodar las fichas que nos condicionan. El deseo está condicionado y la dominación sigue siendo un capital erótico. Los hombres siguen queriendo acumular ahí porque todavía rinde.
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