En la columna “Macho dijo la partera” que sale por Verdes y Frites, sobre el rol de las masculinidades de la mano de Tincho Suárez, hoy hablamos de “La incomodidad del poder”
Los hombres estamos condicionados para buscar, construir y mantenernos en lugares de poder. Pero el poder como lugar es verdaderamente incómodo. Todos buscando el poder, y tratamos de obtenerlo por las formas que hemos aprendido, la conquista, el arrebatamiento, la violencia. En la guerra todo vale. Esto coloca al sujeto en el poder en una situación siempre inestable, blanco de ataques, levantamientos en su contra, confabulaciones, motines, cuestionamientos. La constante en el poder es que siempre será atacado. ¿Cómo se prepara psicológicamente a un sujeto para que habite cómodamente en este lugar?
Buscamos construir seres sensibles pero los colocamos en posiciones donde su sensibilidad acabará por destruirlos. El proceso de masculinización de los hombres los prepara constantemente para el ataque mediante la simulación de ataque o ataques de baja intensidad que van progresivamente aumentando su nivel. Para mantenernos en el poder necesariamente debemos tener construida una barrera protectora, la insensibilidad. Aguantar los golpes, negar las críticas, disociar que nuestras acciones provocan males, incomodidades, angustias o dolores en otros. Poder e insensibilidad parece ser receta para el desastre pero así construimos a nuestros futuros líderes. El extremo de este formato es un autoritarismo puro, sin derecho a réplica.
¿Cómo asegura el formato patriarcal no poner en el poder un sujeto que no atienda más que su propia lógica? Mediante el establecimiento de, por un lado, la jerarquía, y por el otro, la otredad y la mismidad o lo ajeno y lo propio.
La jerarquía es el código moral que defiende al poder. Pertenecer a un orden jerárquico implica defender a quien está arriba nuestro sin cuestionar o indagar demasiado y sabiendo que es deber de quien está debajo defenderte sin cuestionar ni indagar demasiado. De esta manera la jerarquía organiza a la vez que construye poder. Por el otro lado, establecer criterios de mismidad y otredad nos arroja dentro de ciertas jerarquías. Similitudes nos vinculan, mientras que diferencias nos repelen, la pertenencia así se codifica, se reglamenta. Derechas buscan similitudes en la clase y la raza y el género. Izquierdas buscan similitudes en ideales de una sociedad más equitativa. Nuevas izquierdas rehúsan de jerarquías, perdiendo su facilidad para la organización y construcción de poder. Nuevas derechas no necesitan comunicar proyectos para establecer adhesiones.
Pero volviendo al tema en cuestión, ¿por qué vamos en busca del poder si es tan incómodo? Porque simplemente estamos condicionados a hacerlo es una respuesta que sabe a poco. En un mundo opresivo quien tiene el poder tiene la libertad. Quizás buscamos el poder para conseguir la tan ansiada libertad, pero el poder mismo es esclavizante. Existe una fuerte ilusión de libertad en el poder, confundimos tener al alcance de la mano lo que se quiere con libertad, pero el poder es todo menos libre, en el momento en que se deja de trabajar para conservarlo se pierde.
¿Qué es estar enfermo de poder? O pensemos en otra frase hecha: el poder corrompe.
Pensamos en dos arquetipos de sujetos poderosos. Por un lado el “enfermo de poder”, que busca dominio, conquista, aumentar su patrimonio, con placeres relacionados con manipulación, uso y descarte de otros seres. Por otro, un sujeto más heroico, que pone su vida al servicio de un sentido mayor que sí mismo. Pero el héroe puede llegar al poder, pero nunca podrá mantenerse en él. Si es él (o ella) el todo poderoso y no hay un mal mayor, pronto será convertido en villano y cualquiera que intente voltearlo será el próximo héroe.
Rita Segato dice que el verdadero poder no se ve. Creemos que vemos al poder pero vemos a sujetos en ciertos lugares y son los sujetos quienes pueden ser atacados, no el poder, el poder no se ataca, se ataca al sujeto que lo personifica, pero basta con que sucumba ante el ataque para que se reemplace por otro. Al rey muerto rey puesto reza el dicho. Así, estos sujetos que se someten al ataque y responden al verdadero poder, se parecen más a la figura de un soldado, usado por la guerra y descartado cuando ya no sirvió más que a la encarnación del poder.
¿Cómo se construyen liderazgos sensibles? Colocamos personas en lugares de poder y esperamos que usen su habilidad y fuero interno para surfear la ola. Pero esa ola es una Argentina prendida fuego, ese fuero interno es un sujeto instruido en la masculinidad insensible y violenta y esa habilidad es hacerse notar por un gran número de personas. Perdonen el pesimismo pero nada puede salir bien de esta receta. Dos elecciones atrás dimos con un concepto que no terminó de establecerse pero deberíamos comenzar a reflotar: el candidato es el proyecto. Como el poder, que nunca es atacado, los proyectos tampoco se ponen en el eje del debate. Confiamos en las personas, personificamos los conflictos, llevamos todo a términos de quien es el héroe y quien el villano. Cuando intentamos problematizar las implicancias destructivas de un proyecto neoliberal en general no hay recepción, en seguida se lleva la discusión al plano personal. Si el candidato es el proyecto se discuten ideas, no personas. Los sujetos en lugares de poder deben ser fieles representantes de dicho proyecto y los ataques se despersonalizan porque se dirigen a la misma estructura del proyecto. La insensibilidad que se requiere para soportar los golpes personales sería reemplazada por la capacidad de argumentación sobre el proyecto. Y la sensibilidad rescatada, puesta al servicio de tomar las críticas y elaborar una respuesta, no negarlas.
Entonces, ¿Cómo vamos a dejar de producir seres insensibles si la insensibilidad es una herramienta? La insensibilidad no va a dejar de existir si sigue siendo necesaria para hacer mover al mundo. Otras formas de garantizar la vida en sociedad deben gestarse.
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