En Verdes y Frites una vez al mes hacemos un programa especial dedicado al ambiente al que llamamos «Planeta B». Acá, junto con Gabriel Mazzei, problematizamos aquello que tiene que ver con nuestro modo de habitar el mundo, de pensarnos politicamente y de consolidar las discusiones que hacen a nuestro futuro. Hoy: Las PASO.
Las PASO… Mucha tela para cortar, incluso desde la perspectiva ambiental, mirada ausente en todo el bodoque de información que nos entrega el medio y la política argentina. Me lo decía Sol de la Torre el otro día: el ambiente es el gran ausente de la campaña. Y mientras estamos todos y todas acá, Milei, Bullrich, Cristina, Massa juegan al Juego de Tronos.
Cometí el error de adelantarme y pensar un tema para la columna antes de que se votara. Incluso asumí que la interna de Juntos por el Cambio la ganaba Larreta. Acá, ojo, paréntesis. Necesitamos un analista político que nos sepa decir cómo queda Morales en su provincia, que también fue una derrota para él. Y levanto el tema Morales por la cuestión del litio. No nos olvidemos del litio, no nos olvidemos que Juan Grabois acompaña a Massa y Juan Grabois entiende la importancia de nacionalizar el litio, que si lo dejamos solo en manos del sector privado ya sabemos lo que pasa.
La premisa era: si tuviéramos un debate presidencial serio, ¿sobre qué temas ambientales nos gustaría escuchar?
Entonces diríamos del litio, del hidrógeno verde, de la olvidada ley de envases, de la enterrada ley de humedales, de la electromovilidad y la transición energética, del gas natural. Sobre todas estas cosas, como mínimo, querríamos escuchar. Y fíjense qué corta es la lista, que pareciera que el ambiente en Argentina (salvo por el tema humedales) se circunscribe a cuestiones meramente productivas.
Algo que en el discurso de Milei está ausente, digo, o sea, digamos, por ejemplo, algo que venimos recalcando en esta hermosa columna que hemos llamado Planeta B: si lo que prima es la mirada economicista de la Naturaleza, decía, o sea, digo, por ejemplo, en el caso de la energía, si solo nos importa la cuenta económica y el bolsillo, la producción de energía, por ejemplo, va a seguir dependiendo de los combustibles más baratos, y a la vez vamos a seguir fomentando la compra de coches, de consumo, consumo, consumo sin una mirada integral de la realidad, solo para aumentar el PBI. Digo, o sea ¿está bien, está mal? Creo que no hay que ser especialista en medioambiente para darse cuenta de que la calle apesta, de que el sistema de transporte está colapsado, de que contaminamos indiscriminadamente, quemamos bosques, fumigamos con agrotóxicos; no hay que ser un genio, genia, genie para darse cuenta de que este modelo de desarrollo no es sostenible.
Pero después ocurrieron las PASO, Milei fue el gran ganador y lo que venía pensando para la columna dejó de tener sentido.
Entonces verificamos la premisa del año: la hegemonía de la economía como única herramienta de la política para la toma de decisiones.
Argentina votó a un negacionista del cambio climático.
¿Qué es el negacionismo? ¿es una postura válida dentro de la ciencia? ¿qué es lo que niega?
Primero, un repaso teórico: la Tierra recibe radiación solar, la absorbe y se calienta. Como todo cuerpo caliente, emite radiación. Los gases de la atmósfera, las nubes y, en menor medida, los aerosoles absorben la radiación terrestre y, por lo tanto, también se calientan. Y, como se calientan, también emiten radiación tanto al espacio como de vuelta a la superficie de la Tierra. En principio, esto no es algo negativo: de no ser por dicho efecto, la temperatura media de la Tierra sería 33°C más baja de lo que actualmente es, lo que hubiera imposibilitado el desarrollo de la vida tal cual la conocemos. El problema surge cuando las concentraciones de los gases aumentan drásticamente, causando un desbalance energético (un nuevo balance) del sistema climático. “La emisión continua de gases de efecto invernadero causará un mayor calentamiento y cambios duraderos en todos los componentes del sistema climático. (…) Las emisiones acumuladas de dióxido de carbono determinarán en gran medida el calentamiento medio global en superficie a finales del siglo XXI y posteriormente.” (IPCC – Grupo de Trabajo III, 2014, pág. 8)
¿Y el vapor de agua? ¿y las nubes? Si bien realizan una gran contribución al efecto invernadero, el vapor de agua no se considera como un agente responsable del calentamiento global debido a que es parte natural del ecosistema. Además, sus concentraciones no varían de manera significativa con la actividad humana.
El dióxido de carbono (CO2) es el principal gas de efecto invernadero antropógeno. Sus emisiones se deben a la quema de combustibles fósiles como petróleo, gas o carbón, a la quema de biomasa, al cambio en el uso del suelo y a otros procesos industriales. Representa el 78% del aumento total de emisiones de los últimos años y es utilizado como gas de referencia para estimar el potencial de calentamiento global del resto de los gases de efecto invernadero.
Y así podríamos escribir un paper enorme sobre el tema. Me conformo con presentarlo y motivar a que se investigue, a googlear, por ejemplo, el debate que recomendamos al aire, en la radio. Lo importante es entender que hay consenso científico sobre las causas del cambio climático, y este consenso indica que la humanidad es la responsable. Negar el cambio climático es negar la ciencia. El verdadero debate (y acá dejo el tema para conversarlo alguna vez) consiste en identificar qué parte de la humanidad tiene mayor responsabilidad. El Norte tiene una deuda ecológica con el Sur.
Por supuesto que todo se basa en modelos, proyecciones, estadística, pero hace rato que la ciencia es eso. Hasta la física cuántica es estadística. La ciencia del clima es per se inexacta. Digo, la ciencia climática no puede saber con 100% de certeza, por ejemplo, en dónde ocurrirá el próximo huracán, porque los datos a procesar son prácticamente inabarcables. Por eso siempre se maneja con grandes márgenes. El problema surge que incluso con esos márgenes, e incluso para los escépticos del cambio climático, porción ínfima de la comunidad científica (y acá la verdadera aclaración: escepticismo no es negacionismo), el problema pinta muy serio.
Hay una incoherencia entre el positivismo que baña al discurso de Milei y la opinología que despliega al opinar sobre el cambio climático. Pero ya no nos sorprende ni que haya terraplanistas.
¿Se imaginan si por decreto establece que tampoco existe la gravedad?
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