Un repaso por lo vivido desde su encarcelamiento en 2018 hasta las elecciones en Brasil este domingo. Por Gonzalo Giuria(Resumen Latinoamericano).
“Tira a esa basura por la ventana”, “Llevalo y no lo traigas nunca más”, dijo una voz desde la torre de control del aeropuerto de Congonhas, en San Pablo, desde donde un helicóptero estaba saliendo hacia Curitiba. El piloto receptor del mensaje pidió “respeto” por la tarea que estaba haciendo: llevar al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva hacia una dependencia policial de la capital paranaense en la que iba a ser encarcelado, después de ser condenado por corrupción por el juez Sérgio Moro. Era abril de 2018 y Lula parecía haber tocado fondo. Una pequeña celda en Curitiba fue durante 580 días el lugar en el que vivió el líder histórico del Partido de los Trabajadores (PT), presidente del país entre 2003 y 2010.
Su gestión se caracterizó por una fuerte impronta social que, por medio de múltiples programas, como Hambre Cero, Bolsa Familia, Mi Casa Mi Vida, y muchos otros enfocados en el área de la educación, consiguieron sacar a millones de personas de la pobreza, la indigencia, el analfabetismo y el rezago educativo.
La contracara de estos elementos positivos fue la corrupción, que tuvo como casos más sonados el conocido como mensalão durante la primera presidencia de Lula y el Lava Jato después, operaciones perpetradas por algunas prominentes figuras del PT, luego caídas en desgracia. El tema de la corrupción fue carcomiendo la credibilidad del PT, desencantando a muchos de sus electores y afilando los dientes de sus detractores. Así fue que se llegó primero, en 2016, a la destitución de Rousseff mediante un “golpe” parlamentario como lo definió su propio sucesor, Michel Temer, y luego al encarcelamiento de Lula, en el más notorio de los varios casos de lawfare en la región.
Puntos clave del regreso de Lula
El 8 de noviembre de 2019, tras varios recursos presentados por sus defensores legales, Lula fue liberado. La decisión tomada por el Supremo Tribunal Federal (STF), que consideró inconstitucionales las detenciones de acusados con condenas en segunda instancia, posibilitó su salida de la prisión.
“Ellos no encarcelaron a un hombre, ellos intentaron matar una idea, y una idea no se mata”, dijo Lula en el discurso que dio ni bien salió de la cárcel, haciendo referencia al juez Moro y también al fiscal Deltan Dallagnol, otro personaje clave en su procesamiento. “Yo salgo de acá a los 74 años con el corazón lleno de amor, porque el amor va a vencer”, expresó en ese momento. “El pueblo está pasando más hambre, el pueblo está peor”, agregó Lula, que cerró su discurso diciendo: “Quiero que sepan que salgo con el mayor sentimiento de agradecimiento que una persona puede tener por otra”, haciendo referencia a la fidelidad de la militancia, que se mantuvo inalterable durante su reclusión.
La actuación de Moro –siempre cuestionada por Lula, quien en todo momento reafirmó su inocencia de todos los cargos que se le imputaban– quedó al descubierto gracias a una filtración de documentos realizada por el sitio de investigación The Intercept.
En el trabajo, publicado en junio de 2019, se reveló mediante cientos de chats, audios, videos, fotos y documentos judiciales cómo Moro estaba de los dos lados del mostrador, juzgando y a la vez dando directivas a los fiscales que llevaban adelante la investigación. La revelación golpeó duramente al juez, quien en ese momento era ministro de Justicia, y a la vez fortaleció a la defensa de Lula.
Más adelante y tras varias instancias judiciales, en marzo de 2021 todas las condenas que había recibido fueron anuladas al quedar completamente demostrada la parcialidad con la que había actuado durante todo el proceso el juez Moro, quien, en su momento, fue una figura sumamente respetada, presentado por muchos medios como el adalid de la transparencia, y firme candidato de la Red Globo para competir en las elecciones de 2022. A partir de ese momento, Lula recuperó todos sus derechos políticos y se despejaron por completo las dudas sobre quién sería el candidato del PT.
Ya sabiéndose en la carrera por retornar al poder, Lula intensificó su ronda de contactos políticos y fue así que tomó la audaz decisión de elegir como compañero de fórmula al otrora líder del centroderechista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Geraldo Alckmin. La decisión no fue fácil, generó resistencia dentro del PT y directamente rechazo en otros sectores de la izquierda brasileña, pero Lula entendió que este movimiento hacia el centro del espectro político era absolutamente necesario para que el PT pudiera volver a ser gobierno.
“Delincuente”, “criminal”, “nueve dedos” –esto último en referencia al meñique de la mano izquierda que le fue amputado a Lula tras un accidente laboral cuando trabajaba como metalúrgico– son algunos de los términos que suele usar Bolsonaro para referirse a su principal opositor político, quien tampoco se quedó con las ganas y llamó “genocida” y “miliciano” en muchas ocasiones al actual presidente. Lo agrio de la disputa –enconada como pocas en la historia reciente del país– da lugar para esto y mucho más.
Resistiendo
En 2011, los 40 años de fumador de Lula le pasaron la factura en la forma de un cáncer de laringe, que logró superar. Pero este sería el primero de varios golpes que Lula tuvo que afrontar en su vida personal en los últimos años.
En febrero de 2017 murió su esposa, Maria Letícia Rocco, como consecuencia de un derrame cerebral. Lula estuvo casado con ella durante más de 40 años y es la madre de tres de sus hijos. Ya estando en prisión, en enero de 2019 murió uno de sus hermanos, Genival Inácio da Silva, apodado Vavá, y la Justicia no le permitió a Lula acudir al entierro. Poco después, en marzo de 2019 Lula sufrió la pérdida de uno de sus nietos, Arthur, quien con apenas siete años falleció como consecuencia de una meningitis meningocócica. En ese caso, sí se le permitió ir al funeral.
Pero no todo fue negativo en los últimos años de la vida privada de Lula: en mayo de este año se casó con Janja, tal como es conocida la socióloga Rosângela da Silva, a quien conoció a fines de 2017.
Unos meses antes, en noviembre de 2021, Lula comenzó a tener un notorio reconocimiento internacional cuando realizó una gira por Europa en la que se entrevistó, entre otros referentes políticos, con el mandatario francés, Emmanuel Macron, con el canciller alemán, Olaf Scholz, y con el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez.
Poco a poco el líder estaba volviendo, pero todavía le queda un paso por dar, ganar las elecciones.
En caso de retornar a la presidencia, Lula tendrá enormes desafíos por delante. Sacar de la pobreza e indigencia a millones de personas volverá a ser una tarea prioritaria, como ya lo dijo durante la campaña electoral. Dinamizar la economía brasileña, generar empleos y estimular a la pequeña y mediana industria es otro objetivo trazado por el equipo económico del PT y sus sectores aliados.
Pero además hay muchos retos en la política exterior. Tras años de desprestigio, Lula tiene como meta volver a reposicionar a Brasil en el mundo como una nación que esté a la cabeza en el cuidado del medioambiente. Otro factor que trabajará desde el comienzo la diplomacia en caso de un triunfo del líder del PT es reconfigurar el mapa de alianzas dentro del continente, donde contará con el chileno Gabriel Boric, el colombiano Gustavo Petro y el boliviano Luis Arce como principales aliados, además del argentino Alberto Fernández, con quien posiblemente deberá impulsar un relanzamiento del alicaído Mercosur. Más allá del continente, otro desafío muy importante, más aún en el contexto actual, será el relacionamiento con los socios de Brasil en el BRICS, sobre todo con Rusia, China e India.
AnRed (Agencia de Noticias RedAcción)