En “Verdes y Frites” nos dedicamos a conversar de lo que nos pasa también, porque somos personas, y a las personas nos pasan cosas…
¿Está mal sentir dolor?
Bueno, hablamos en esta columna de las decisiones, de los momentos de felicidad, y ahora vamos a hablar un poco del dolor…
Convengamos que hay muchos tipos de dolores… no? (dolores físicos, dolores emocionales, dolores por pérdidas, etc) Sabemos que el dolor es bueno, y por momentos nos educa, pero no deja de ser dolor…
Las situaciones dolorosas no siempre son situaciones que busquemos en nuestra vida, pero eso no quita que ese dolor nos enseña, nos educa, y de alguna manera u otra lo necesitamos.
El problema con el dolor, y el sufrimiento, es que nadie lo quiere sentir. Nadie quiere sufrir, y muchas veces intentamos hacer lo posible para evitar situaciones de sufrimiento a las personas que amamos, porque supuestamente si amamos, no tenemos que hacer sufrir.
Y entonces, si algo nos duele… que hacemos?
Nietzsche decia: “A todos los que realmente me importan les deseo sufrimiento, desolación, enfermedad, malos tratos, indignidades, un profundo desprecio por si la tortura de la falta de autoconfianza, y la desgracia de los derrotados”
Él era un gran alpinista, y obviamente en eso también se basaba (y en su vida en sí misma, llena de enfermedades) para poder filosofar sobre lo que representa el dolor en el ser humano. El era sumamente depresivo, y meritocrático. Pero sin la necesidad de llegar a ese punto, en donde el dolor es el mayor sentimiento que nos rodea, podemos sentir dolor … o debemos sentir dolor.
Pero si nos hacemos los boludos, si rechazamos lo que nos causa dolor, si lo negamos, se va a repetir de manera constante ese dolor. Porque donde algo duele, hay que hacernos pelota ahí un poco, sin miedo a sentir, porque más que miedo al dolor, es miedo a sentir… seguramente si le tenemos miedo al dolor, le tenemos miedo a otras sensaciones (que también ya vimos en esta columna) que nos atraviesan.
Entonces si duele, proba y después vemos. Estrolate, y vamos viendo qué pasa después. La cosa es no dejarse caer, es trabajar sobre el cómo nos sostenemos, que herramientas podemos desarrollar para dejarnos consumir un poco por el dolor y que este se manifieste con sus enseñanzas. La forma de aprender de lo que nos rompe, es habitando la ruptura, aunque esto sea doloroso. Es no sentir miedo al sentir.
Elio Moldavsky dice algo así como: “Es como si la dignidad estuviera sobrevalorada”
Para ascender del dolor, necesitamos habitarlo, y ahí volvemos a Nietzsche del dolor uno sale desollado, con piel nueva, con ganas, como si hiciéramos un refresh, un F5.
En ese refresh que hacemos muchas veces nos toca elegir, y es una paja elegir en cualquier momento de la vida. Y más, cuando existe una posibilidad de elegir algo que quizás nos pueda traer dolor. Pero aún así todas las decisiones son un bajón. Desde que ropa ponerse, qué menú elegir.. pero porqué nos cuesta tanto elegir? ¿Qué se pone en juego en las elecciones?
Según Renata Salecl, en su libro: La tiranía de la elección ella habla de una ideología de la elección que nos hace ser demasiado influyentes en nuestra propia vida. Y como lo único que nos separa de la vida que soñamos son nuestras malas decisiones, el error se vuelve casi traumático, y el dolor es la prueba de esto, lo que de a poco nos vuelve autodestructivos porque ningun tipo de formulación que niegue el error puede ser productiva.
Según Renata Salecl, “La ideología capitalista postindustrial suele presentar al individuo como alguien cuyo disfrute no tiene límites, todo el tiempo dispuesto a traspasar las fronteras del placer a fin de satisfacer la expansión constante de sus deseos.
Pero, paradójicamente, es mucha la gente que no encuentra satisfacción en una sociedad que aparenta no tener límites, y es mucha la gente que se inclina, en cambio, hacia la autodestrucción.
El capitalismo siempre se aprovechó de nuestros sentimientos de inadecuación así como de la confianza en que somos libres para decidir el camino que tomaremos en el futuro y que nos llevará a una vida mejor”
Con lo que tenemos que romper, es con la culpa de elegir mal, con la angustia de sentir que cualquier tipo de error es sinónimo de no ser suficientemente bueno, y no solo evitar el error, sino evitar el dolor del error y de la culpa del error.
La ideología de la autoayuda se alimenta primeramente de no dejarnos dudar, y el mundo es muy social por lo que nuestro impacto individual es limitado. Dijimos también que somos sujetos, que vivimos en un mundo social, sujetados entre nosotros, lo que hacemos afecta en el afuera y nos afecta el quehacer del otro.
Y llega entonces esta famosa palabra que gente se tatua, que la vemos en todos los bares desde el 2000 en adelante que es “soltá” “Donde duela, ahí no es” “ama, rie y sueña” “Carpe Diem” y de repente vas a casas o bares, o hasta en un remis, se transforman en coaching ontológicos para darte indicaciones de como ser feliz, evitar el dolor, y aprender a elegir mediante lo que te da felicidad. Pero soltar un vínculo, cualquiera que este sea, o soltar algo que durante un tiempo resultó importante no es tan fácil.
Quizás en el primer momento no te das cuenta de que podía ser duro, pero después de un tiempo te das cuenta de que estás totalmente colapsado.
¿Por qué es tan difícil soltar? Bueno, uno de los motivos por los cuales más nos cuesta soltar, es el recuerdo. Nos acordamos que en algún momento fuimos felices con alguien (o algo) y ya no nos importa nada, queremos que se repita ese momento de felicidad tal y como estaba porque cuando estamos felices perseveramos en nuestro ser, somos copados, hacemos planes, y por eso queremos que todo sea así. La gente que fue parte de nuestros momentos felices, queda ligada a esos momentos felices por más que no hayan sido completamente responsables de eso, por esto es tan difícil alejarse de parejas, amigos con los que ya no tenemos nada en común, familiares… por el solo recuerdo de haber estado bien, y tener que elegir es sumamente duro. Y como dijimos, la tristeza nos pone peores, nos saca potencia, y cuanto mayor es la tristeza mayor es el amor que supimos tener, y ahora se ve disuelto y reprimido.
Esta todo bien con el deseo de soltar, pero sí sabemos que nada es gratuito, que la ideología de la elección es tremendamente cruel y va más allá de nuestra propia posibilidad individual, en un contexto en el que todos queremos amar, y donde sabemos que aquello que nos hizo felices ya no está más. La demanda del sentirnos bien, es capitalista y ciencia ficción.
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