Editorial – Nota de opinión: Javier Santiago Germinario – 04 de Junio 2023. Previa al dia de las y los periodistas.
En un plano elevado la efeméride nos lleva a que hablemos de modelos, de desafíos, de transformaciones. Y más en lo llano con cierto tono disruptivo hablaremos de que en estas fechas no es bueno que los demás sepan que con un sanguchito o un vino nos contentamos, porque eso ya ni implica estar hablando de prebendas, o de dádivas, sino directamente de miserias…
Ya está dicho que ha cambiado la estructura de negocios de las empresas de medios. Que se reacomodaron, se redefinieron e insertaron esquemas de gestión, producción y diversificación (la multiplataforma, por ejemplo) que, de tan novedosos, todavía no se puede ver del todo claro hacia dónde van.
Se ha entregado la redacción y el trabajo de campo, el territorio; y ahora es la nube la fuente suprema, pretendidamente diversa, amplia, o donde está todo. La nube, nunca desinteresada.
Hoy los y las periodistas construyen en colaboración con pares y comparten con los ciudadanos una simetría que si la sabemos administrar debe ser aprovechada y positiva. Es una nueva forma de relación entre nosotros y con las empresas, entre los medios y las audiencias y de los públicos con empresas y comunicadores.
Se achican los recursos y los salarios, se nos precariza. Menos recursos en las redacciones y más conectividad trajeron más apuro por publicar y menos posibilidades de salir al mundo a ver qué pasa. Como si no hiciera falta porque en la computadora, en la conectividad y de nuevo, en las redes está todo. Entonces ahora la eficacia del ejercicio del oficio radica en detectar y publicar antes lo que surge de esas redes insomnes y ubicuas.
Ese rasgo distintivo de esta época es más visible que otro que prefiere menos evidencia: ahora cada fuente es agencia de sí misma y algunas, como las gubernamentales, empresariales, institucionales; tienen más presupuesto y personal para producir su propia información que la mayoría de los medios, a los que diariamente atiborran con sus novedades bellamente contadas.
El periodista en la nube, conectado a su móvil, revisando lo que las fuentes dicen de sí mismas, chequeando lo que dicen sus competidores, viendo cómo puede transformarse un tuit en una noticia.
Y aun cuando intentáramos hacer la diferencia, todavía está la carta a mano de que el poder nos hostiga, las elites nos exigen parámetros éticos que ellas mismas no cumplen, los lectores, los públicos y las audiencias no están dispuestos a pagarnos por el trabajo. Igualmente mientras los medios cierran o achican sus plantas, aumenta la demanda de profesionales de la comunicación. ¿Cómo puede ser? Es que cada vez más trabajan para “las fuentes”, son el verdadero emisor, se convierten en expertos que manejan estratégicamente la necesidad de contenido. Son agentes de prensa, agentes de empresa. Y no trabajadores de la prensa.
Rompen el esquema de la comunicación para forzar de nuevo una relación descendente desde el origen, el poder, hacia canales que solo tengan disponible a quienes ellos quieran, cuando quieran, en sus condiciones, con palabras que ya fueron redactadas e imponiendo también el recorrido hasta la recepción, controlando incluso hasta las réplicas. Son filtro, obstáculo y hasta patovica de los decisores y agentes del poder. A veces juegan de amigables y deslizan “primicias” que pretendemos contar en nuestros medios como grandes logros exclusivos, sin darnos cuenta que ahí también estamos siendo funcionales. Que es a ellos a quienes les conviene hacer circular sin rúbrica oficial. Y a veces se confunden tanto que terminan ellos mismos en funciones públicas con la única expertiz de haberse aproximado al poder sosteniendo un grabador… eso en los más éticos de los casos, y hay de otros… y se nos saltan los ejemplos sin que nos lleve ni un segundo ponernos a pensar…
Dicho esto ahora sí podemos hablar de desafíos: es un verdadero problema depender de las oficinas y agentes de prensas oficiales, de las administraciones públicas, de las agencias de marketing y relaciones públicas de empresas e instituciones. Es un problema y un desafío. Lo poco que la ciudadanía sabe respecto de la gestión de intereses que pone en tapa un determinado hecho o una declaración en vez de otra se convierte en la nueva búsqueda de develar lo oculto. De trabajar con ética y responsabilidad para echar luz sobre lo que se pretende ocultar.
Nos toca problematizar esta acción deliberada de fuentes interesadas y elaborar y poner en práctica estrategias para contrarrestar una comunicación al servicio de corporaciones que constituyen y componen poderes reales.
Un contrapeso posible consiste en dotar de dispositivos similares a estos que apenas advertimos a las organizaciones del pueblo, y competir por el espacio en el que esos otros contenidos no contaminados puedan ser incluidos y poner en crisis la retórica establecida por las hegemonías; llegando con similar intensidad, y disputando lugar en los medios.
Y sin ir al extremo de alguna apología de la inmolación, que el poder no esté contento con nosotros no es malo. Que en vez publicarles todo a las agencias de publicidad para poder pedirles a cambio alguna vez acceso gratuito a los shows que promocionan, promovamos la emisión de contenidos provenientes de fuentes “menos conocidas” define nuestra conciencia profesional, favorece a los contrastes naturalmente atractivos entre medios, discontinúa la inercia de las rutinas y tendencias a homogeneizar la agenda, y nos proporciona una identidad.
La de estar verdaderamente distantes del poder porque en esa cercanía nos corrompe. Y así es como se allana el camino para aislar y atomizar al pueblo, para someterlo y hacerlo sucumbir. Es ahí donde podemos aportar en ofrecer nuestro servicio a toda hora, para favorecer la expresión, el desarrollo de la ciudadanía y la comunidad de la que somos parte.