Editorial de Joaquin Bourg, coordinador del programa Formato Libre
En la semana en donde se conmemoró el Día de la Salud Mental, compartimos algunas reflexiones que surgieron a partir del Encuentro Federal de Radios y Comunicadores y Comunicadoras Populares en Salud Mental.
Durante los días 29 y 30 de septiembre tuvo lugar, por iniciativa de FARCO, el primer encuentro Federal de Radios y Comunicadores y Comunicadoras populares de salud mental en el espacio Memoria y Derechos Humanos (ExEsma) en CABA. Allí Radio De la Azotea dijo presente, en conjunto con cientos de colegas y decenas de radios de todo el país, para participar del encuentro desde una doble dimensión. Por un lado, para compartir nuestras experiencias, recorridos y formas de transitar cada uno de nuestros proyectos. Y por otro, para hacer un balance y pensar acerca de los desafíos que tenemos como sociedad en materia de salud mental.
En este sentido a lo largo de las dos jornadas pudimos compartir experiencias de las más variadas e interesantes. Desde clásicos de más de 18 años como “Tardes Nuestras” de Rosario, hasta nuevas propuestas como es el caso de “Gladiadores De La Sonrisa” de La Plata o “De Cerca Nadie es Normal” de Quilmes, en donde quedó expuesto el trabajo que realizan les comunicadores populares desde cada rincón de nuestro país. La participación activa de las radios comunitarias da fe del compromiso existente, en donde son los mismos usuarios del sistema de salud los que se apropian de estos espacios y no solo ejercen su derecho a informar, entretener y opinar, sino que se meten de lleno en la disputa de sentido sobre temas tan sensibles como importantes.
Así, los ejes de discusión rondaron en torno al funcionamiento del sistema de salud, las posibles reformas a la Ley de Salud Mental, los procesos de desmanicomialización, el tratamiento mediático que realizan los medios de comunicación hegemónicos sobre las personas que padecen enfermedades mentales y otras problemáticas que atañen a los usuarios.
La sanción de la Ley de Salud Mental en el año 2010 funcionó como el punto de partida del reconocimiento de derechos para todos aquellos que hasta ese momento, según palabras textuales del autor de la normativa Leonardo Gorbacz, “Tenían una restricción absoluta de su capacidad jurídica”. Previo a la reglamentación de la Ley, si un juez determinaba que eran incapaces, los usuarios “Pasaban a ser como menores de edad: no podían casarse, no podían votar, no podían alquilar ni trabajar. Todo su patrimonio lo manejaba un familiar o una persona jurídicamente autorizada”. Para peor, en los casos en donde la situación de salud se revertía, el usuario no volvía a estar autorizado legalmente para hacerse cargo de su propia vida.
La represión en el Borda en el año 2013 marcó un antes y un después en la consideración sobre la implementación de esta Ley y puso el foco en las condiciones en las que los usuarios deben transitar sus enfermedades ¿Cómo viven las personas con padecimientos mentales? ¿En qué condiciones? ¿Qué perspectivas de mejoras en su salud tienen a partir de la internación en manicomios? ¿Cómo son atendidos? ¿Son escuchados? De repente todos estos interrogantes devinieron en un solo reclamo: La inmediata reglamentación de la Ley Nacional N° 26.657 de Salud Mental y Adicciones.
Desde entonces, usuarios y familiares luchan por el cierre de las instituciones antiguamente llamadas “manicomios”, en donde Según Gorbacz “cientos de miles de personas, en lugar de recuperarse, se han cronificado en estos lugares”. Así, la desmanicomialización lejos de significar dejar sin atención a los usuarios, consiste en reconocer los derechos humanos básicos a partir de la finalización de las prácticas de encierro como única solución frente a esta problemática. Esto implica no solo un cambio en el sistema de salud, sino una transformación dentro de “Los prejuicios sociales, las prácticas instituidas y las resistencias corporativas”.
En épocas en donde los ciudadanos pareciéramos estar más cerca de la pérdida que de la consagración de nuevos derechos, resulta fundamental defender todo aquello que tanto costó conseguir. Mientras las corporaciones hegemónicas buscan quitarle derechos a los usuarios, a partir de tratamientos sesgados y cargados de prejuicios, la comunicación popular aparece como la única herramienta de disputa de sentido a partir de la cual los usuarios pueden defender su derecho a ser ellos mismos los que elijan qué es lo que quieren para su propio destino.