Editorial – Nota de opinión: Julio C. Gambina – 17 de Septiembre 2023
La inflación de agosto alcanzó el 12,4%, con 15,6% en alimentos y bebidas no alcohólicas. Es la mayor medición en años y confirma la tendencia a la desigualdad creciente, ya que no todos se perjudican con el alza de precios, solo la mayoría empobrecida, cercana al 50% de la población total, agravada entre los más jóvenes y la infancia, con indicadores entre 60 y 70% en algunos territorios del país. Es una situación agravada en la perspectiva de desaceleración de la producción, estimada en 3% para este año, lo que agudiza la disputa por el ingreso y exacerba la ofensiva del capital sobre el trabajo y el conjunto de los ingresos populares: salarios, jubilaciones y planes. Los organismos internacionales auguran un final recesivo para Argentina en el balance del 2023, muy por encima de la desaceleración en la región y en el mundo. Hay que recordar que el presupuesto 2023 enunciaba una variación de precios del 60%. En los primeros 8 meses ya acumula un 80,2%, y anualizada asciende a 124,4%, siendo la proyección de un 160/170%.
El horizonte de corto y mediano plazo es preocupante para la mayoría de la población con ingresos insuficientes para reproducir la vida cotidiana, generando descontentos amplios en la población, más allá de las identidades políticas asumidas históricamente, evidenciando una crisis política. Se verifica en el alto nivel de ausentismo electoral y en la pérdida de votos de las opciones tradicionales. La realidad inflacionaria expresa una pérdida de ingresos y de poder de compra de los sectores populares, lo que explica el descontento con la “política” tradicional y la expectativa colocada en soluciones mágicas del estilo de la “dolarización” y una lógica que responsabiliza por la miseria a los representantes políticos tradicionales. Se oculta así la responsabilidad del poder real del capital concentrado en la lógica de acumulación y dominación local, endeudamiento y fuga de capitales mediante. Es que la inflación y el deterioro social no se trata solo de representaciones institucionales, sino de la especificidad del desarrollo capitalista local.
Con un mensaje contra la “casta” se identifica a expresiones mayoritarias en la institucionalidad local, no solo de estos últimos años, kirchnerismo y macrismo, sino a los partidos históricos de gobiernos constitucionales, el peronismo y el radicalismo. Incluso, existe el intento de reivindicar los años de plomo de la dictadura genocida y los momentos de restauración conservadora vía golpes o los gobiernos de la década del 90 y los recientes del macrismo.
El triunfo de la ultra derecha en las PASO del 13/8 modificó el debate electoral, habilitando nuevas estrategias para la disputa del consenso electoral.
Debate electoral
Los libertarios de Milei persisten en un discurso que resultó efectivo, y sin detalles concretos sustenta formulaciones generales de un plan de gobierno que sumado al equipo de profesionales afín, recupera la agenda y mecanismos de los años 90, con el estímulo a la iniciativa privada. Por ende, privatizaciones y ajuste fiscal con disminución del gasto público, especialmente social, con fuerte alineamiento internacional hacia la política exterior de EEUU. Una tarea de este tiempo es la búsqueda de una malla de contención y mediación con las burocracias de la política y del ámbito sindical e incluso diplomático y mediático, para hacer posible un gobierno de ultraderecha, una cuestión que preocupa al poder real ante la respuesta y el conflicto que pueda generar la organización de lucha del pueblo argentino.
El espacio macrista aparece por ahora como el más afectado ante la sorpresiva votación de la ultra derecha. La respuesta apareció en la designación de Carlos Melconian, el titular de la Fundación Mediterránea, la que catapultara al “estrellato” a Cavallo, que junto a Menem disputaban el padrinazgo de la “estabilidad” lograda en tiempos de la convertibilidad (1991-2001), la que terminara con 60% de pobreza y casi 22% de desempleo en momentos del estallido de fines del 2001. La interna al interior del macrismo parece haber debilitado la coalición y se especulan reorganizaciones de las derechas y la ultraderecha en el Congreso del próximo periodo. Más allá del triunfo de Milei o de Bullrich, existirán nuevos realineamientos de bloques parlamentarios entre las derechas actuantes.
El Ministro de Economía, Sergio Massa, candidato del oficialismo, toma la iniciativa política en las últimas semanas, con medidas compensatorias luego de la devaluación del 14 de agosto. La devaluación disparó los precios y el ajuste en las condiciones de vida de la población empobrecida. Todos los días enuncia una medida, incluso sorprendiendo con el tope de ganancias para asalariados (cuarta categoría) que ahora y hasta fin de año, por decreto el mínimo no imponible será de 15 salarios mínimos, o equivalente a 1.770.000 pesos, una medida bien receptada en ámbitos sindicales de salarios por encima del promedio de miseria que registra la situación de trabajadores y trabajadoras en el país. Incluso, se presentará una ley al respecto para que su vigencia desde el 2024 tenga respaldo congresal. Lo que todavía no se presenta, aun con la devolución del IVA para la canasta básica, es una profunda redistribución progresiva que alcance al 50% empobrecido, base social principal del descontento que podría explicar el avance de los libertarios de ultraderecha.
La realidad es de incertidumbre y con el acuerdo con el FMI de trasfondo, con obligaciones crecientes para los próximos años, tanto con acreedores externos como con el organismo internacional. El endeudamiento es un gran condicionante de la política económica local, donde los candidatos con posibilidad de gobernar garantizan la continuidad del ajuste y la habilitación de reformas estructurales regresivas según demanda el capital más concentrado que actúa en el país. Sería la base de la llegada de inversiones, auguran, con negocios asociados al saqueo de los bienes comunes (alimentos, hidrocarburos, litio, cobre) y una mayor explotación de la fuerza de trabajo.
El escenario de conflicto y organización popular es el reaseguro para estructurar verdaderas alternativas políticas que puedan establecer límites a la ofensiva de las derechas en cualquiera de sus versiones. La izquierda aspira a sostener sus aspiraciones en el Congreso para intentar ser expresión de esa conflictividad. En rigor, se trata de un desafío que trasciende la lógica de lucha y de acumulación del movimiento popular, en buena parte contenido en la propuesta oficialista y de la izquierda parlamentaria no siempre dispuesta a la ampliación de una diversidad de ámbitos en crítica al capitalismo. Ante la crisis de representación política, crece la necesidad de una alternativa popular que pueda sustentar una confrontación al orden capitalista.